![]() |
Cápsula que contiene las semillas |
Consuelos.
Los cementerios son para los muertos y mis pensamientos hacia ti aún no se han convertido en lápidas. Lloro, es cierto, pero también me despido cada noche antes de dormir. No me hacen falta reflejos difusos en el cristal para verte con el pelo negro y corto, raya al lado, recién afeitado, solícito y cariñoso, pendiente siempre de mi. Me respondes -aunque nadie lo oiga- que continúe, que siga con la vida. En el camposanto acompañas a mi padre y a tus tíos, allí no tengo que ir a nada, ni siquiera en estas fechas de calabazas acuchilladas. Pensarán que te tengo abandonado, que soy una mala madre por no haber pasado ni un día a dejar flores en tu tumba. Pero si subo esa cuesta que atraviesa el parque, rodeo el muro de piedra, logro cruzar la puerta y enfilar el pasillo de cemento agrietado y mármoles amarillentos…si encuentro tu nombre cincelado…tengo miedo de no volver a verte más.
Preciosa amapola (aunque las amapolas orientales que más nos llegan sean de otra especie, y en forma de polvo), y comparto el fondo de las reflexiones del microrrelato.
ResponderEliminarCuanta ternura y cuanta tristeza juntas. Un saludo.
ResponderEliminarMira que eres, Carmen caleyera, ya no vale volver a nominarme, tramposuca...
ResponderEliminarEl fondo de esos sentimientos es lo que permite sobrevivir...
Precioso relato. Me alegro un montón de que vuelvas a escribir
ResponderEliminarGracias Ángela, a ver si con poca luz salgo menos y se me ocurre alguna cosilla más.
ResponderEliminar